Contra Escena
FRAGMENTOS DE LIBERTAD.
26/07/10| Por:sandroromerorey
Por fin pude ver los “Fragmentos de libertad” del Teatro Varasanta. Ya ni sé cuántos meses han pasado, luego del estreno de este ambicioso proyecto de los amigos del barrio Teusaquillo bogotano y, la verdad, me duele no haberla visto antes. Se trata de una puesta en escena en la cual se confirma que Fernando Montes y su grupo de actores han encontrado un lenguaje, un tono, una actitud, una estética y, sobre todo, una ética, para enfrentarse a la realidad colombiana a través de las tablas. Me atrevería a decir que “Kilele”, “Animula Vagula Blandula” y, ahora, los “Fragmentos de libertad”, conforman un contundente tríptico que reflexiona acerca de nuestras múltiples violencias y se mantienen como uno de los mejores ejemplos del teatro colombiano del nuevo milenio.
Ya, en otras ocasiones, he valorado y he contado la gesta creadora de Fernando Montes y el Teatro Varasanta. No voy a repetirla ahora. Lo que sí quiero es reiterar mi entusiasmo ante sus resultados artísticos, porque cada día es más difícil encontrar experiencias escénicas que nos llenen plenamente y que, al mismo tiempo, gocen de un amplio respaldo por parte del público. La cerrada ovación que reciben los ocho actores del espectáculo lo confirman. Y con este montaje (Beca de Creación 2009 del Ministerio de Cultura de Colombia) nos podemos acercar, a través de la ambigüedad poética, a reflexionar acerca de esos “fantasmas de la libertad” a los que se refería Marx y con los que luego juguetearía don Luis Buñuel.
Alguien le preguntaba, al final del espectáculo a Fernando Montes, si las gentes del Ministerio de Cultura no tenían “los pelos parados” con una experiencia tan demoledora como la que ellos construyen sobre las tablas. Al parecer, nadie ha dicho nada. Y así está muy bien. Buena parte de los cimientos del arte teatral se fundamentan en la reflexión sobre los conflictos, no importa qué tan cruda pueda ser dicha reflexión. Les aseguro a los dos lectores que debe tener esta columna que “Fragmentos de libertad” es una obra mucho más importante de lo que parece, inaugura y consolida la búsqueda que otros creadores nacionales han realizado alrededor del tema del Bicentenario y, al mismo tiempo, es un látigo de varias fustas con el que se ataca la conciencia del público, para que no permanezcamos indiferentes ante la vida que nos rodea.
Comenzando con cánticos indígenas (con ecos de las hermosas sonoridades de los wayú y textos del poeta guajiro Vito Apüchana), pasando por discursos ventijulieros (contrapunteados y “distanciados” a través de un vestuario que tiene cosidos en oro los nombres de nuestros mártires contemporáneos), el montaje se interna en laberintos visuales que coquetean con la instalación (una cámara de video registra la transformación del escudo de Colombia en un corazón sin libertad y frágil orden), pasando por travesuras lúdicas en la que los espectadores nos arrojamos masitas de colores ante un concurso de preguntas sobre la independencia, hasta llegar al momento quizás más impactante en el que, a través de cortinas plásticas, los actores danzan y asesinan al ritmo de la salsa y de la muerte. Al final, uno no sabe a qué tipo de conmoción lo sumergió estos “Fragmentos de libertad”. Pero sí es seguro de que el viaje es intenso y estimulante. Uno sale con vivos recuerdos: la mirada siniestra y contundente de Montes interpretando a los conquistadores españoles, la danza de una hermosa actriz rubia sobre una colección de rancheras metafísicas, las voces de lejanos mundos de sus actores y actrices, la visceralidad de los intérpretes masculinos, la insuperable atmósfera de ritual lúdico en la cual los miembros de Varasanta cada vez saben mejor cómo envolvernos de manera contundente.
Por estar metido en otros fragmentos, en la obra “Bolívar: fragmentos de un sueño” del Teatro Malandro, no había podido asistir a la elaborada reflexión poética de los incansables intérpretes de Varasanta. Y quiero hacer extensivo este entusiasmo, puesto que Varasanta comenzará muy pronto su temporada de repertorio y sus últimos trabajos estarán presentes de nuevo en el tercer piso de su estupenda sala de la calle 39 en Bogotá. Es importante ver este tipo de experiencias (el trabajo de Porras, junto al de Misael Torres, Carolina Vivas y otros creadores recientes apuntan a reflexiones similares) puesto que se trata de nuevas maneras de enfrentarse a la política a través del teatro. De repente, el único reparo que tendría hacia los “Fragmentos de libertad” es cierta obviedad maniquea en los textos “de denuncia” hacia los imperialismos de todo tipo. A veces, ante el afán de evidenciar las injusticias, se cae en los recursos fáciles de eso que se llamó “el panfleto” o el “teatro de pancarta” en otras épocas mucho más militantes. La ventaja con la que cuenta Varasanta, sin embargo, es su preocupación por la estética, su rigor en el trabajo corporal y vocal, la precisión en el lenguaje plástico y un ritmo vertiginoso que no deja, en ningún momento, que el discurso político se devore al discurso poético.
Este gran fresco, este collage de voces y de evocaciones líricas es una demostración contundente de cómo el teatro puede reflexionar activamente acerca de los grandes conflictos sociales, sin caer, en su conjunto, en el facilismo o la superficialidad. Cuando cerraba estas páginas, busqué la definición del diccionario de la palabra “Varasanta”. Creo que se acerca bastante a lo que sucede con el grupo de teatro de Fernando Montes. Aquí se las dejo: “DESCRIPCIÓN: Árbol mediano, puede alcanzar entre 10 y 20 m de altura, incluso más en árboles muy longevos. La corteza externa es lisa y moteada. Las flores femeninas son de color rojo o rosado y las masculinas verdosas (…) USOS: Es apropiado para las márgenes de los ríos, quebradas, cerros, orejas de puentes y para conformar barreras multipropósito…” Esas “barreras multipropósito” las construyen todos los días los miembros de este grupo, entregado hasta la médula a la aventura sin límites del arte teatral.
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